martes, 17 de agosto de 2021

Teresa: el milagro de San Charbel

Teresa: el milagro de San Charbel

Las adversidades nos enseñan, una vez más, que la ilusión y los motivos para seguir deben permanecer despiertos en nuestro interior

Amira El Sahli

Un día después del Día de las Madres la casa no volvió a ser la misma. Luego de pasar momentos llenos de gozo y disfrutando a mamá, se asomaba la incertidumbre y el pavor en nuestra sala, mientras mis padres y hermanos esperábamos una respuesta esperanzadora por parte del médico de confianza. Mamá mostraba cansancio y papá debilidad.

“Necesitan hospitalizarse de emergencia”, aconsejó a través de una llamada telefónica esa mañana del 10 de mayo. Debían dejarnos para luchar por sus vidas antes de que la enfermedad hiciera de las suyas. Hacer rápidamente sus bolsos y despedirlos fue desgarrador; mi madre me abrazaba y mi padre no tuvo la voluntad de verme a los ojos. Lluvia y lágrimas caían a la vez.

Bolívar se convirtió en una travesía sin precedentes. En un abrir y cerrar de ojos se registraban más de 100 contagios diarios, hasta hoy llegar a un total de 10.840 casos según el Ejecutivo Nacional. Aunque el paso fronterizo fue cerrado, aún existe la posibilidad de que uno u otro migrante ingrese al estado a través de Santa Elena de Uairén, u otras fronteras, para cubrir sus necesidades con trabajos forzosos sin saber que puede tener el virus, ya que para muchos se ha vuelto casi imposible costear una prueba de detección. Las historias por Covid-19 son únicas y poseen toques de complejidad, y esta es una de ellas.

Un adiós fortuito

Apenas partieron, mamá dejó su mente en casa, porque ella, junto a papá, mantenía la casa viva. “¿Cómo voy a dejar a mis hijos y mi casa tanto tiempo sola?”, era lo que no paraba de cuestionarse. Escuchar constantemente las experiencias de sus conocidos la atormentaban, porque aunque unos volvieron a sus hogares, otros no.

“Tu mamá está en un estado crítico de salud”, “no respira por sí sola”, “su saturación bajó a 84”, fueron las frases más angustiantes los primeros días en la Clínica Humana. Sus pulmones estuvieron colapsados por Covid-19, una enfermedad que no le permitía respirar ni hablar con claridad. Mientras mi mente intentaba procesar los resultados, en ese momento, comprendía que todo era posible, hasta la muerte.

Cada mañana asistía al piso 2 de la clínica para mandarles con alguna simpática enfermera café, algo de desayuno y ropa limpia. Por los pasillos se sentía la tensión, las enfermeras se encontraban agitadas, a la mayoría de los pacientes se les notaba la aflicción mientras caminaban hacia sus consultas o habitaciones y, a los doctores, se les percibía el agotamiento.

El paso hacia el piso 3 estaba netamente prohibido. En cada habitación ocupaba un caso por Covid-19, entre ellos varios adultos y un menor de edad. Cuando iba me entraban esas ganas de correr a verlos y darles un abrazo. Lloraba al ver esas escaleras que dirigían hacia el inaccesible piso 3, entregaba todo y me iba con un nudo en la garganta.

Al salir de la clínica iba a trabajar. Las responsabilidades del día a día me angustiaban, pero eran compromisos que debían cumplirse, tanto en el trabajo, en la universidad como en el hogar. Aun así, mi constante pensamiento seguía intacto: “¿Cómo se sentirán hoy?”.

Mis hermanos se mantenían fuertes y con ilusiones a lo alto. Nunca faltaba Adam, mi hermano menor, encaramado cada vez que llegaba del trabajo para preguntarme: “¿Dónde está mamá y papá?”. Mi corazón se acogía más entre la zozobra. ¿Qué iba a responderle? Llorábamos juntos; me sentía chiquita frente a él.

Una familia de siete sin dos no era lo mismo. Se sentía vacío el comedor sin ocupar dos puestos: el ambiente carecía de risas, anécdotas y hasta regaños. Faltaba admirar esa vuelta que hacía mamá por el comedor para darle un abrazo a mi papá.

Él progresaba en su estado de salud, lo cual era un alivio. Constantemente llamaba para dar las noticias del día: “Hay que darle tiempo, ¡denle mucho ánimo!”. Lo que me mantenía en paz era la compañía mutua; el amor y las visitas de papá a su habitación convirtiéndose en su guardián.

Miedo a morir                                                 

Mis mañanas y rutinas fueron diversamente agitadas, pero las de Teresa, también conocida cariñosamente como Tete, eran puntuales en esa habitación con aparatos y cables a un lado de su cama, donde la soledad e incertidumbre no dejaron de estar presentes. No podía faltar su accesorio indispensable: la mascarilla de oxígeno, ya que era lo único que la ayudaba a respirar. “No sabía si iba a salir de esto”.

A tempranas horas se despertaba para tomarse las muestras y chequear su estado de salud. Desayunaba, sola y sin fuerzas, intentando no moverse ni alterarse, porque todo la agotaba “como si corriera un maratón sin final”. Luego pasaba todo el día viendo hacia su ventana para admirar los amaneceres y atardeceres, su teléfono o TV mientras le ponían el tratamiento para atacar lo que la estaba dejando sin aliento. Estar la mayor parte del tiempo boca abajo era una de sus pesadillas, pero los médicos insistían que era lo ideal para que sus pulmones volvieran a su estado normal.

“Lo único que hacía era estar acostada, pensar y pedir a Dios para salir de esto”. Mamá sí pensó muchas veces en la muerte, pero su deseo de volver a casa sana y con sus hijos fue más fuerte que la mismísima enfermedad.

En casa por las noches, prendíamos una vela blanca y, antes de dormir, conversaba con mis hermanos sobre esta situación, algo que nunca habíamos vivido. Y es increíble como cada uno demostraba angustia a su manera. Desde lo más inocente, Adam e Ibrahim, hasta lo más sensato, Suzan, Mariana y yo. Solo sé que entre todos pedíamos que pasara pronto.

Un milagro en sueños

Los rezos de mi abuela sobraban a montones por su hija. En virtud de ello y sin dudarlo, le envió un aceite de San Charbel que mamá se untaría en el pecho y en la frente “con bastante fe”. Esa noche, sin luz en la clínica, apreciando la poca vista de su ventana e inhalando lentamente el oxígeno del aparato, mamá se quedó dormida a tempranas horas.

Y un sueño repentino se asomaba mientras dormía. Tete vio a un señor vestido de bata negra, caminando por pasillos similares a los de una clínica, un corredor oscuro, donde solo él resplandecía con su luz. Mamá, asombrada y extrañada, se levantó de su sillón y lo siguió. Éste entró a una de las habitaciones abriéndole paso para que entrara, lo cual, en ese momento, comprendió de quien estaba acompañada: San Charbel. Erizada, sin creer lo que sus ojos contemplaban y sin imaginarse que la fe se manifestara en su sueño.

Luego del encuentro, juntos comenzaron a buscar un frasco para que el “Hombre de los Milagros” le obsequiara un poco de aceite, con la intención de sanar y vencer la enfermedad que la desgastaba lentamente. Después de tanto rebuscar, no encontraron el frasco. Ella, preocupada por no haber conseguido lo único que la salvaría y él, tan sereno y puro, la abrazó fuertemente junto a palmadas en su espalda. El “consuelo y la tranquilidad” serían las palabras indicadas para describir lo que quería cederle.

Al despertar a las 6:00 am, de un sueño que sentía tan real, mamá se dio cuenta que la mascarilla de oxígeno no se encontraba en su rostro, sino justo al lado de ella. Mientras apreciaba el amanecer desde su ventana, lograba poco a poco respirar; nostálgica y con los ojos llenos de lágrimas. A los pocos minutos entró una de las enfermeras: “¡Pero tú estás curada!”, expresó alegremente con tan solo verla.

A partir de ahí, solo se evidenciaban mejorías y asombros de parte de los médicos por la imprevista recuperación. “Yo le pido, le rezo, pero nunca pensé que él, el mismísimo santo, viniera a mí”. Paulatinamente, mamá dejó de sentir dolor, cansancio y miedo, porque ella tenía la certeza de que San Charbel la sostenía de la mano hasta el final. 

Juntos, los siete

El día que me tocó buscarlos había llegado mi calma. Me estacioné a esperarlos frente a la puerta. Ahí se encontraba un vigilante, quien cada mañana abría con una sonrisa alentadora cuando llevaba las manos llenas de cosas; ese mismo día alzó su mano en modo victorioso exclamando un “¡por fin!”. Agradecí tanto a Dios mientras los veía caminar en pijamas hasta el carro. Sonreían entre sus mascarillas; ambos transmitían fuerza y alivio.

Llegamos y la puerta de la casa se abrió gracias a Adam, que con gritos de alegría y brincos llegó hasta los brazos de ambos. No faltaba nada ese día en el almuerzo; los siete puestos del comedor estaban completos, de mayor a menor. Cada uno, entre actuaciones y carcajadas, contaba una anécdota sobre la travesía de vivir solos por un tiempo, mientras ellos eran nuestros espectadores.

Mamá siempre será recordada como “el milagro de San Charbel”, lo cual de esta experiencia inolvidable refuerza día a día el “mantener la fe, valorar la vida y disfrutar cada momento, porque nunca sabemos cuándo nos vamos de aquí”. 

jueves, 22 de abril de 2021

Entrevista de personalidad a Jermufoto

Lana Mahmud: la entrega de su alma en las fotografías

Sus preferencias por la música, libros, series, pinturas y arte fueron su norte para aprender a retratar momentos inigualables, y hoy, su mayor felicidad es ejercerlo como profesional 

Amira El Sahli 

El momento en que te conviertes en madre es inesperado e increíble, en razón de que un ser amado creció y se desarrolló dentro del fuerte vientre de cualquier mujer. Cada mes es un paso que se debe pisar con amor y paciencia, pero cuando por fin llega el instante tan anhelado de dar a luz, ese es el que debería ser fotografiado para revivir el encuentro entre dos seres: madre e hijo.

Una mañana, en la Clínica Cachamay, Lana Mahmud caminaba por los pasillos aterrada por su primera sesión colaborativa de nacimiento, pero sin borrar la sonrisa de su rostro. Dentro del quirófano se sentía el esfuerzo de los médicos y los nervios de la futura madre con una profunda herida en su vientre.

Pasan los minutos que para ella parecieran horas. Hasta que por fin, como una luz divina, alumbraron sorpresivamente en medio de la herida y se escuchó su primera señal de vida con un grito en llanto: un varón llamado Ahmad.

Lana no paraba de fotografiar el momento exacto en que sale a la luz, y tampoco de llorar. Sus lágrimas caían repentinamente, reconociendo el valor y el mérito de las mujeres del mundo. Este, como otros nacimientos, han sido la prueba más extraordinaria de su vida.

Jermu significa “mujer”

Lana Mahmud es abogada egresada de la Universidad Fermín Toro en Barquisimeto, pero al comenzar se dio cuenta que no era su carrera soñada. Sin embargo, para ella la universidad es una época maravillosa que todos deberían experimentar, aunque se estudie algo que no agrade del todo.

Gracias a sus gustos artísticos y al cariñoso sobrenombre Jermu que le atribuía su esposo, Paco Nohra, por el hecho de que “los argentinos voltean las letras”, fue llevado a la cima como Jermufoto en Ciudad Guayana. Este se convirtió en su marca personal desde el año 2017 sin saber que sus gustos valdrían más la pena que una vida defendiendo clientes en un tribunal, tornándose en su amada e imprevista profesión.

Con el propósito de dejar recuerdos valiosos junto a las brillantes herramientas tecnológicas, nace la inspiración de no solo tomar fotos. A través del enriquecimiento de diversos cursos fotográficos, Mahmud pretendía ir un poco más allá y manifestar lo que ella estaba viviendo en cada sesión. Jermufoto fue creciendo en la dimensión artística, sobre todo en su interior como mujer, mezclado con la satisfacción de brindar un servicio de lujo en la ciudad.

“Todos somos iguales”

Lana viene de una numerosa familia palestina y musulmana, donde nació y creció en una ciudad que posee espacios admirablemente antiguos en Venezuela: San Felipe. Para ella, la capacidad y el empeño son factores indispensables para lograr las metas de vida. 

Hoy por hoy, siendo madre y esposa, no ha dejado de escuchar comentarios de estilo machista, los cuales les desagrada y no comprende. Sus convicciones por el feminismo han surgido a partir del impacto negativo que han generado los abusos de cualquier índole, además de crecer en una época rígidamente cerrada sin conceder el valor de la mujer.

Lana es decidida, por ello, es otra que no ha tirado la toalla ante este tema sinfín. Su visión es más nítida con respecto a la mujer, y en virtud de esto, para ella el género es lo menos relevante. En un mundo desenfrenado, todos debemos ser capaces de derribar los obstáculos sociales para llegar al designio de nuestras vidas sin ser juzgados por nuestro sexo, problemas, debilidades, religión, aspecto... o ningún otro motivo.

Y gracias a las nuevas generaciones que han defendido los derechos de la mujer, ella es una más que se animaría a realizar campañas de apoyo solo por el hecho de ser una fémina, que ha experimentado a lo largo de su vida esta preocupación sin resoluciones concretas. Todos cargamos un punto frágil y el de ella es la mujer.

Desde entonces, hace un llamado insistente y justo a los organismos encargados, ya que es esencial para dar respuesta a los casos y así no dejar impunes los maltratos hacia este género, que “básicamente funcionen en el tema de Venezuela”, dijo con firmeza.

Norte Vs Sur

Su estado natal es Yaracuy, aunque en el año 2016, Lana le hizo un favor a su corazón y tomó la decisión de casarse para formar una familia con el hombre de su vida en un lugar peculiar: en el tropical estado Bolívar. 

Su llegada a Puerto Ordaz fue el “camino para reencontrarse”, por lo que día a día recorre un viaje que no tiene fin para aprender de sí misma, valorarse, mejorar y conocer lo lejos que puede llegar por una meta fijada.

Mahmud volvería a Yaracuy para reencontrarse con sus familiares y amigos. El hecho de mudarse repentinamente, por deseo a lo que quería para el resto de sus días, fue suficiente como para comenzar desde cero en Puerto Ordaz, junto a Paco y sus dos retoños, Salem y Amaranta.

Un amor poderoso

El amor propio es necesario, magnífico y evidenciable al exterior, es decir, cuando nos queremos y nos admiramos, se nota. “No aceptar nada que te incomode y que no sientas que está bien” fue la respuesta principal a este tema.

También, "no aceptar nada que no tenga que ver con felicidad" fue el toque medio para profundizar su contesta, ya que todos estamos guiados a ser felices en algún momento de nuestros caminos, sin que nadie nos intimide.

Lana es un ser sin arrepentimientos ni remordimientos por sus actos; es calculadora, responsable y organizada. En sus decisiones se analizan los pros y contras. No obstante, si algo sale mal, es un aprendizaje que suma en su equipaje de imperfecciones.

Afirmó que se aprecia tal y como es, puesto que sus experiencias complicadas la han fortalecido. En virtud de ello, creyó en sí misma y formuló sus designios como una guía justa para enseñar a la sociedad, acompañado de sus estudios como abogada para defender y contribuir con sus pensamientos. 

Cada vez que realiza una sesión fotográfica es agradecida con el destino, por aceptar las riendas vividas que la enseñaron a ser contundente en cada juicio, y hoy, se siente dichosa por lo que ha construido, sobre todo su familia.

domingo, 18 de abril de 2021

Sobrevivientes

Sobrevivientes

Nadie se imaginó que la vida pudiese llegar a dar un giro diferente para marcar nuestra historia, pero más que eso fue un golpe imprevisto 

Amira El Sahli

¡Llegó el año 2020! Año nuevo, vida nueva ¿no? Así lo consideré. Un tiempo para comenzar con buen pie, donde los designios y planes serían mi único pensamiento para seguir luchando por lo que realmente quiero ser. Pasaron los días del año que decreté ser inolvidable y mejor que el anterior.

Llegó febrero intentando "sorprendernos" con la noticia de un posible virus mundial, originado desde diciembre del año 2019. En varios países ya había nacido el miedo de una propagación rápida sin una cura prevista, y por ello muchos fallecieron de la nada. Para mediados de marzo, el tiempo se volvió misteriosamente lento en Venezuela con la declaración oficial de una tal "pandemia" y "cuarentena". 

Al principio sé que muchos, incluyéndome, no entendíamos tales términos. Básicamente, es permanecer en tu hogar (encerrado), debido al contagio de un virus mundial (casi mortal) bajo ciertas medidas de prevención (tapaboca, higiene y distanciamiento social). 

Nadie le prestaba tanta atención por los pocos contagios revelados al principio de esta rara vida. Aun así, la preocupación si estuvo asomada por ser un virus que ataca a tu sistema de forma fortuita, donde los tratamientos y la recuperación solo dependerán de tu estado de salud o de las previsiones que tomes.

Solo fue cuestión de tiempo para acostumbrarnos a apreciar nuevos rostros, acompañados de una diversidad de tapabocas como adorno indispensable, que hacen que nuestra mirada entristecida se pierda en la angustia del día a día. 

La vida sigue corriendo y todo se ha convertido en una rutina pesada, además de alarmante por el aumento de casos y la vinculación a seres cercanos. Las noticias e informaciones transmitidas en las redes sociales son el doble de enfermizas; no existen buenas noticias o una distracción sana en estos tiempos tan adversos. 

Esta enfermedad ha tocado la puerta de un hogar, negocio, parque, supermercado, iglesia... y entró para quedarse y crear una inseguridad en el mundo. Especialmente en Venezuela, porque, hasta ahora, la incertidumbre y las carencias de nuestra historia persisten en la Narnia venezolana con la ausencia de un sistema de salud que salve a los pocos que quedan en nuestra tierra. 

No sé si solo me pasa a mi, pero entre mi zozobra el hecho de pensar constantemente es algo tormentoso. También, me ha costado entender muchas cosas, donde la ansiedad y el nerviosismo aumentaron con razón. 

Hoy nuestra gente se siente desorientada, lo cual duele. Solo quiero pensar que el mundo iba como un cohete hacia el futuro sin mirar atrás y era necesario detenerlo para darnos cuenta de miles de cosas que pasaban por nuestro frente, ¿quién sabe? 

Y al terminar de hundirme en largos pensamientos siempre llego a la conclusión de que todo lo que tengo ha sido suficiente como para agradecerlo, y que, a pesar de las circunstancias, he sido afortunada. 

Nadie lo vio venir, nadie se preparó para la guerra que nos esperaba. Sé que seremos capaces de afrontarlo cuando toque y de la manera más adecuada para convertirnos en sobrevivientes, que esta odisea pronto podrá ser contada y recordada. En este escrito solo me queda recomendarles acciones simples: amen con fuerza, besen y abracen a montones, compartan, perdonen y recen bastante.

Fuerzas y bendiciones para quien las necesite.


viernes, 19 de marzo de 2021

Las cruces de los Escobedo

Las cruces de los Escobedo

Con tal de encontrarle un sentido al feminicidio de su hija, Marisela Escobedo recorrería miles de km para dejar en alto el caso 

Amira El Sahli

Ciudad Juárez es considerado uno de los lugares más violentos de México, pero el feminicidio tomó trascendencia desde los años 90. Hoy en día, se registran aproximadamente 10 fallecimientos diarios permaneciendo la mayoría de ellos impunes por la debilidad del sistema judicial, exclusividades de los políticos, corrupción, intereses de los crímenes organizados, entre otras que dan lugar a las atrocidades y abusos por parte de los entes mexicanos, o también, de otros gobiernos. 

Las tres muertes de Marisela Escobedo es un documental dirigido por Carlos Pérez Osorio, estrenado el 14 de octubre de 2020. En 1 hora y 49 minutos lograron mostrar la realidad de las violencias, injusticias y abusos de poder en la vida de Marisela desde el año 2008 iniciado por el asesinato de Rubí Frayre Escobedo, su hija de 16 años. 

El caso de Marisela es desgraciadamente uno más del montón; quién fue madre y enfermera mexicana, pero tomó el rumbo de convertirse en una caminadora insistente para protestar por un veredicto justo. 

Sus pasos marcaron el propósito de vida de muchas mexicanas, porque esta causa de lucha es una de las más comunes y calladas. Aun así, Marisela demostró con fuerza su dolor y rabia sin dejar que el silencio la gobernara, ya que sus convicciones terminaron siendo más fuertes que cualquier trampa judicial. 

“Quisiera que el feminicidio de mi hija fuera el último en el país”, anhelaba la madre Escobedo. Una cruz rosada sumada a la lista impune e injustificada: un caso sin quedar a salvo. El mismo quedó en manos de los "políticos", entre papeleos absurdos y sin acciones firmes. 

No podría imaginar el dolor de una madre. Pese a ello, sí entendería la causa de su tormento, por simplemente meterse con alguien que vino de ti, y, mucho más, por la incapacidad de un sistema insensible.  

En modo de opinión, todos deberían ver este documental, porque está reflejado en solo 2 horas los abusos e intenciones de los gobiernos ligado con el combate de una madre dispuesta a dejar su alma con tal de esclarecer el caso de Rubí, junto a condenas justas. 

Las tres muertes de esta activista son recordadas por los mexicanos y solo por quiénes han visto este amargo e intenso documental. Por ahora, puedo espolear que la "primera muerte de Marisela" fue la de su pequeña Rubí, pero ¿y las otras dos?

domingo, 28 de febrero de 2021

Una aventura que entender

Una aventura que entender

¿Qué serían de los aprendizajes sin errores? Sentido no tendrían, porque estos son como las diferentes rocas que se cruzan en nuestro camino para darle valor a la vida 

Amira El Sahli

Cuando éramos más pequeños, siempre nos enfocábamos en el impredecible futuro y en lo que soñábamos ser. Era un tema emocionante e inocente, pero razonable en su momento, porque se suponía que se haría realidad. Como por ejemplo yo, quien soñaba ser astronauta o veterinaria, pero terminé siendo un astronauta de la investigación y lectura para pronto ser una periodista. 

No pretendo escribir cada paso de mi vida en un blog como ejemplo de superación, pero no estaría demás describir un poco sobre esas rocas que aparecieron en mi vida para enseñarme de golpe.

Soy fiel creyente del típico “ensayo y error”, sin duda lo he vivido, sentido y muchas veces lamentado por no haberme dado cuenta de tantas cosas que pasaron por el frente y no detuve. También soy creyente de que “todo pasa por algo”, y ciertamente, esto tuvo que ocurrir para sacudir mi mente, despertar y hoy ser otra. 

Un ensayo y un error

El momento en que nos damos cuenta que crecimos es difícil de asimilar. Para mí fue duro, porque cargar con responsabilidades y fines que te llevarán a ser alguien en el mundo es decisivo. Esto significa poner los pies en la tierra y descifrar qué es lo que queremos para nuestro porvenir. Cada acción cuenta y en ella se reflejan los pensamientos de nuestra voluntad. 

Es gustoso pensar en lo bonito que ha sido mi vida, no me quejo de ello. Sin embargo, a mis 21 años de edad, puedo recordar los momentos no tan felices; esos que surgen esporádicamente a medida que creces y no se te pasa por la mente que pueda ocurrir algo perjudicial en tu camino, aunque de ellos se aprende la lección de vida. 

La confianza ha sido una roca difícil y una constante batalla, pero no ha sido solo una, sino varias. Con la seguridad e inocencia de que nadie podría traicionarme, me equivoqué. Esto era algo que debía ocurrir: captar quienes estaban a mi lado y quienes apuñalaban mi espalda.

Muy tarde acepté que la palabra de mamá y papá son irreemplazables y acertadas en cada situación de la vida, que nunca se equivocan con su terquedad, sobre todo cuando hablan de nuestro entorno. Esto me costó entenderlo, ya que cuando caía solo escuchaba a mi papá decir “te lo dije” con su tono de viejo sabio y mamá consolaba con tal de no verme desanimada. 

También, el amor de los padres es ilimitado. Mi dicha de hoy es tenerlos y conmocionarme con sus afectos. Ellos reflejan nuestras raíces, valores y principios, lo cual es suficiente como para justificar de dónde venimos. 

Otra roca que atravesé fue la del amor. Los conflictos de este sentimiento universal me enseñaron que quiénes se amaron en algún momento no se olvidan, porque, inevitablemente, quedan huellas y recuerdos que al pensarlos te hacen sonreír y sentir ese amado instante. 

Las amistades enseñaron a definirme, pues socializar ayuda a conocer distintas maneras de pensar y, por esta razón, uno mismo ocupa su posición en cualquier entorno solo por el pensamiento. Aun así integrarme sigue siendo un trabajo duro, más no imposible. 

En el ámbito del amor o de la amistad, a pesar de vivir experiencias que felizmente me marcaron, también dolieron. Un error común fue aferrarme sentimentalmente, como sentir que nada me faltaría y pensar que la deslealtad solo existía en la ficción o en las películas dramáticas. A pesar de pisar el mismo chasco, ahora agradezco entender el porqué de los hechos. Sigmund Freud, en algún momento afirmó: “He sido un hombre afortunado, porque nada me fue fácil". 

Tiempo y paciencia 

Con esto y más es vital captar que el tiempo es clave, y aprovecharlo es imprescindible. En mi vida perdí mucho dándole importancia a lo que no le correspondía, pero logré detener ese mal que me consumía. Este factor de la vida es el que tiene la capacidad de demostrarnos lo valioso que es vivir el presente, con sus anomalías y aventuras. 

Asimismo, el motivo de cada problema me enseñó cuándo debo alejarme y a tener paciencia para atravesar esas rocas grandes o pequeñas. Aquí toma terreno la frase "tiempo al tiempo", porque todo fluye a su manera si las dejamos florecer con su razón de ser.

La dinámica de la vida es jugar con la seguridad de cada quien, pues hace de uno mismo una aventura sinfín. Ante esto, la acción de experimentar es clave, porque estos ensayos de la vida crean momentos que, algunas veces, no queremos olvidar, como también hay otros que no provocan recordar por decisiones que hemos tomado sin pensar. Muchas veces tocamos fondo, pero la idea siempre será surgir con otra perspectiva: ser diferentes a como éramos en un principio. 

El temor por el mañana es común, aunque si en algún momento tuvimos las agallas de atravesar miles de obstáculos que intentaron desplomarnos estoy segura de que ese miedo será transformado en un reto y sueño; eso fue lo que aprendí sobre cada roca.  

Aunque nos suene cliché, sí es cierto ese concepto que muchos filósofos tienen de la vida: caer, aprender y levantarse. El plan perfecto es aceptar que esas rocas están en nuestra montaña y deben ser escaladas, para finalmente descubrir la sorpresa que nos trae el destino.

domingo, 21 de febrero de 2021

La reconstrucción del Fénix

 La reconstrucción del Fénix 

Una vez más nos dan un golpe fuerte al que le sigue una construcción llena de firmeza y que necesitará de mucha ayuda para levantar de nuevo lo que algún día fue como nación, con el propósito de seguir siendo ese sitio con tanto potencial que logró conquistar a su gente

Amira El Sahli

Imagínate esto: un país con calles remodeladas y sus esquinas con algo que las diferencia, un comercio mejor que otro con dueños que le dan vida, sus áreas verdes sencillas pero sin faltar ese toque de naturaleza, restaurantes tanto de lujo como de calle con platillos que nadie debería perderse, sus altas edificaciones, la vida nocturna que no acaba y donde la noche se hace inolvidable, su historia que la hace única, sus pueblos llenos de gente que te acogen, sus playas de aguas azul claro, montañas acompañadas de un atardecer que te hacen pensar en lo hermoso que puede llegar a ser un lugar común. Ese país es el Líbano.

Este famoso territorio mide aproximadamente 10.000 km2 ocupando el Mar Mediterráneo a su oeste. Y es increíble todo lo que se ha construido poco a poco. Su capital Beirut se encuentra equipada a todo dar para atraer a los turistas con sus edificaciones altas y modernas con lugares cada vez nuevos. Baalbeck y sus templos antiguos que están ahí para tener memoria de los sucesos ocurridos a lo largo de nuestra historia. Faraya con su frío y nieve indetenible. Y cómo olvidar que está rodeado de pueblos donde en cada casa agradecen tu visita con una mesa llena de comida y dulces.

Este país está rodeado de mezquitas e iglesias que la frecuentan gente entusiasta de diferentes religiones y costumbres, pero también de carácter. Todos somos familia a pesar de esas diferencias que no significan nada. Su cultura y gastronomía son puntos a favor, donde puedes sentir el fuerte ritmo de baile del dabke agarrado de la mano de otros sin parar de saltar y dando la vuelta al mismo tiempo acompañando a tu paladar con el espléndido sabor de un shawarma de carne o pollo. Todo en un mismo lugar, porque cada sitio al que vayas te aseguro que se convertirá en una fiesta inesperada.

Hoy son solo cenizas. Su cielo de pronto se tornó terroríficamente oscuro sin un sol resplandeciente que ilumine su belleza, la gente perdida, encontrada en shock o sin vida, sus edificios por el piso, escombros en todos lados, sus árboles y flores marchitas, las columnas cuarteadas o dobladas, vidrios rotos, carros destrozados, los comercios y restaurantes abatidos, sus avenidas sin caminos fijos, hospitales sin espacios para atender. Cada vez se pierde más y duele como a la primera. Son 10.000 km2 que lamentamos los libaneses al momento de que nuestra madre Líbano es tumbada.


Viajes de ensueño


Me he tomado el gusto de escribir sobre mi país, el que me describe en mis papeles con la nacionalidad de “libanesa” con cada lugar mágico que me hace sentir orgullosa de lo que soy, porque lo derrumban y retoma nuevamente su camino para surgir. Así somos los libaneses, testarudos por querer seguir y llegar lejos.

En el año 2012 viajé al Líbano, un sitio del cual no tenía mucho conocimiento. Sabía lo básico porque mi papá describía e inculcaba sobre cada lugar al cual visitábamos sin olvidar ningún detalle, como de su historia, su clima, su gente, sus calles, los comercios y solo para recordar de dónde vengo.

Comencé a comprender el verdadero valor de lo que son nuestras raíces, que no hay nada más satisfactorio que comprender e indagar la historia de lo que se vivió para llegar hasta aquí. Esos detalles sobre mi identidad los entendí tarde, cuando el 2018 se convirtió en un año lleno de sorpresas al volver al lugar donde me sentía segura. En mi defensa, puedo decir que no hay manera de describir su grandeza hasta vivirlo y sentirlo. Viajar y volver al país donde ha crecido y surgido es admirable, luego de guerras y problemas, ese sin duda fue uno de los placeres más grandes de mi vida.

Ese año tuve la oportunidad de conocer a fondo lo que no sabía de él, donde cada lugar se convirtió en un espacio significativo. Y es que así te deja, fascinado y anonadado de sus maravillas, porque sus esquinas no paran de progresar por su gente con potencial que quiere lo mejor para su país.

Un recuerdo que tengo y nunca olvidaré fue una mañana con un clima cálido, cuando escuché a la amada y famosa cantante Fairuz, que con su voz suave y sus canciones que tocan el alma te hacen sentir vivo; así miré de frente a las montañas amaneciendo y admirando cada detalle de ello, con la presencia de una sensación que se impregnó en mí de no querer irme nunca.

Ese mismo año, al momento de irme y dejar los recuerdos en cada destino que visité, sentía una aflicción que no podía controlar, porque me di cuenta realmente de donde provienen mis raíces. Ese 24 de septiembre de 2018 fue el único día triste que pasé en el Líbano, solo por no poder creer que el tiempo jugara conmigo y pasara de un solo golpe. Mientras iba camino al aeropuerto, para mi regreso a casa, solo admiraba lo poco que quedaba de recorrido y hasta hoy puedo recordar, entre mis lágrimas, una gran bandera del país que me hizo feliz por dos meses y medio izada cerca de mi destino.

Hasta nuestros tiempos el Líbano ha sido derrumbado y reconstruido siete veces. Reconocido como la mayor de sus desgracias el pasado 04 de agosto de 2020 en el Puerto de Beirut, donde la mitad de esta capital fue destrozada a través de una explosión provocada por 2.750 toneladas de nitrato de amonio ocupado dentro de un almacén sin conseguir explicación alguna. Las noticias, videos y declaraciones de los sobrevivientes formaron un nudo en mi garganta y mantuvieron mi cuerpo congelado por minutos sin poder decir ni una palabra.

Ese 04 de agosto que nos dejó a todos boquiabiertos por lo sucedido me pregunté: “¿una caída más?”, con una tristeza que no me dejaba pensar. Mi acción inmediata fue llamar a mis familiares y amigos contestándome abrumados que “estaban bien” con voces quebrantadas. Al ver las noticias que me llenaron de dolor respiré y volví a la realidad, cayendo en cuenta que todo puede desaparecer en cuestión de segundos como lo que hizo esta explosión: aparecer, destruir e irse como si nada.

La onda expansiva fue tan fuerte que llegó a mover las ventanas de la isla Cyprus, ubicada a media hora de Beirut. Logró que el cielo se volviera oscuro, derrumbar cada ventana y destruirla en pedazos como el alma de los familiares al saber de los fallecidos, de los comercios con mercancías caídas, de las calles sin color, hogares sin techo, los arboles sin vida, con personas heridas gravemente atrapadas entre los escombros, fallecidos encontrados a mitad de las calles, gritos y llantos. Con el luto en mi alma entendí que la explosión llegó de la nada para interrumpir la vida de cada uno y hacer de las suyas.

Una de las imágenes más vistas y reconocidas en esta explosión inesperada fue la de una enfermera, que en medio de la catástrofe, sostenía a tres bebés recién nacidos en una clínica destrozada. Esas agallas que consiguió en su interior la enfermera, atravesando las paredes caídas y a los fallecidos en el suelo, es la realidad humanitaria que nos representa como libaneses, que cruzamos cualquier obstáculo necesario para llegar a lo que deseamos y eso fue lo que demostró esta grandiosa persona con su valentía en medio del desastre.

Como así tenía esa angustia desde hace varios meses por el surgimiento de problemas políticos, económicos y ahora con esta noticia devastadora sé que se siente tener acumulado dentro de mí el dolor mezclado con la rabia, un sentimiento que solo se conoce por algo que realmente te preocupa.

Aunque la aflicción no cede desde hace varios días sé que volverá a nacer… como el Ave Fénix: desde sus escombros, edificios por el piso y cuerpos encontrados volverá a surgir como lo ha hecho desde cada golpe, con el propósito de ser mejor de lo que fue sacando desde lo más profundo su fuerza interna y ánimo para seguir, como lo han hecho nuestros amigos de Palestina, Siria, Libia e Iraq que se han convertido en un símbolo de lucha y un ejemplo de fuerza en el ámbito humanitario.

También sé que no volveremos a ser los mismos, porque la impotencia de este suceso nos consume, debido a la cantidad de gente inocente que falleció o salió herida y por el derrumbe de todas sus edificaciones incomparables que hacían únicas las vueltas de cada esquina. Llegará el momento de recapacitar para llevar a nuestro país y gente a ser mejor de lo que fue.

Nada de lo que redacté está, desapareció en cuestión de segundos. Estoy segura de que Beirut se alzará desde las cenizas, desde lo más bajo surgirá con valentía para superar esta experiencia donde lo único que nos identifica es la fortaleza para salir de esto. El mismo volverá a crecer feliz y bailando, para brillar cada lugar con su sol resplandeciente y cielo azulado que lo identifica, surgirán nuevos proyectos y lugares para visitar sin cambiar su esencia. Todos volveremos a caminar y correr por las calles recordando los lugares que algún día fueron afectados, porque esa es nuestra verdadera historia.

Hoy en día su capital se encuentra devastada, pero en una lucha que requiere de agallas liderada por sus ciudadanos testarudos, donde ellos no se cansan de exigir mediante las protestas sosteniendo banderas radiantes de su país. Sus escombros desaparecerán y llegará a renacer una capital sinigual, junto al enriquecido Puerto de Beirut y de los significativos destinos que serán construidos para devolver la vida de esta ciudad. Como es una batalla de los que protestan por sus derechos y reclamos también es de todos los libaneses alrededor del mundo, porque nuestra mayor tarea es transmitir nuestro amor y apoyo para la reconstrucción del Ave Fénix: mi amado Líbano.


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