domingo, 28 de febrero de 2021

Una aventura que entender

Una aventura que entender

¿Qué serían de los aprendizajes sin errores? Sentido no tendrían, porque estos son como las diferentes rocas que se cruzan en nuestro camino para darle valor a la vida 

Amira El Sahli

Cuando éramos más pequeños, siempre nos enfocábamos en el impredecible futuro y en lo que soñábamos ser. Era un tema emocionante e inocente, pero razonable en su momento, porque se suponía que se haría realidad. Como por ejemplo yo, quien soñaba ser astronauta o veterinaria, pero terminé siendo un astronauta de la investigación y lectura para pronto ser una periodista. 

No pretendo escribir cada paso de mi vida en un blog como ejemplo de superación, pero no estaría demás describir un poco sobre esas rocas que aparecieron en mi vida para enseñarme de golpe.

Soy fiel creyente del típico “ensayo y error”, sin duda lo he vivido, sentido y muchas veces lamentado por no haberme dado cuenta de tantas cosas que pasaron por el frente y no detuve. También soy creyente de que “todo pasa por algo”, y ciertamente, esto tuvo que ocurrir para sacudir mi mente, despertar y hoy ser otra. 

Un ensayo y un error

El momento en que nos damos cuenta que crecimos es difícil de asimilar. Para mí fue duro, porque cargar con responsabilidades y fines que te llevarán a ser alguien en el mundo es decisivo. Esto significa poner los pies en la tierra y descifrar qué es lo que queremos para nuestro porvenir. Cada acción cuenta y en ella se reflejan los pensamientos de nuestra voluntad. 

Es gustoso pensar en lo bonito que ha sido mi vida, no me quejo de ello. Sin embargo, a mis 21 años de edad, puedo recordar los momentos no tan felices; esos que surgen esporádicamente a medida que creces y no se te pasa por la mente que pueda ocurrir algo perjudicial en tu camino, aunque de ellos se aprende la lección de vida. 

La confianza ha sido una roca difícil y una constante batalla, pero no ha sido solo una, sino varias. Con la seguridad e inocencia de que nadie podría traicionarme, me equivoqué. Esto era algo que debía ocurrir: captar quienes estaban a mi lado y quienes apuñalaban mi espalda.

Muy tarde acepté que la palabra de mamá y papá son irreemplazables y acertadas en cada situación de la vida, que nunca se equivocan con su terquedad, sobre todo cuando hablan de nuestro entorno. Esto me costó entenderlo, ya que cuando caía solo escuchaba a mi papá decir “te lo dije” con su tono de viejo sabio y mamá consolaba con tal de no verme desanimada. 

También, el amor de los padres es ilimitado. Mi dicha de hoy es tenerlos y conmocionarme con sus afectos. Ellos reflejan nuestras raíces, valores y principios, lo cual es suficiente como para justificar de dónde venimos. 

Otra roca que atravesé fue la del amor. Los conflictos de este sentimiento universal me enseñaron que quiénes se amaron en algún momento no se olvidan, porque, inevitablemente, quedan huellas y recuerdos que al pensarlos te hacen sonreír y sentir ese amado instante. 

Las amistades enseñaron a definirme, pues socializar ayuda a conocer distintas maneras de pensar y, por esta razón, uno mismo ocupa su posición en cualquier entorno solo por el pensamiento. Aun así integrarme sigue siendo un trabajo duro, más no imposible. 

En el ámbito del amor o de la amistad, a pesar de vivir experiencias que felizmente me marcaron, también dolieron. Un error común fue aferrarme sentimentalmente, como sentir que nada me faltaría y pensar que la deslealtad solo existía en la ficción o en las películas dramáticas. A pesar de pisar el mismo chasco, ahora agradezco entender el porqué de los hechos. Sigmund Freud, en algún momento afirmó: “He sido un hombre afortunado, porque nada me fue fácil". 

Tiempo y paciencia 

Con esto y más es vital captar que el tiempo es clave, y aprovecharlo es imprescindible. En mi vida perdí mucho dándole importancia a lo que no le correspondía, pero logré detener ese mal que me consumía. Este factor de la vida es el que tiene la capacidad de demostrarnos lo valioso que es vivir el presente, con sus anomalías y aventuras. 

Asimismo, el motivo de cada problema me enseñó cuándo debo alejarme y a tener paciencia para atravesar esas rocas grandes o pequeñas. Aquí toma terreno la frase "tiempo al tiempo", porque todo fluye a su manera si las dejamos florecer con su razón de ser.

La dinámica de la vida es jugar con la seguridad de cada quien, pues hace de uno mismo una aventura sinfín. Ante esto, la acción de experimentar es clave, porque estos ensayos de la vida crean momentos que, algunas veces, no queremos olvidar, como también hay otros que no provocan recordar por decisiones que hemos tomado sin pensar. Muchas veces tocamos fondo, pero la idea siempre será surgir con otra perspectiva: ser diferentes a como éramos en un principio. 

El temor por el mañana es común, aunque si en algún momento tuvimos las agallas de atravesar miles de obstáculos que intentaron desplomarnos estoy segura de que ese miedo será transformado en un reto y sueño; eso fue lo que aprendí sobre cada roca.  

Aunque nos suene cliché, sí es cierto ese concepto que muchos filósofos tienen de la vida: caer, aprender y levantarse. El plan perfecto es aceptar que esas rocas están en nuestra montaña y deben ser escaladas, para finalmente descubrir la sorpresa que nos trae el destino.

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